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La cábula

...y el cuento continúa

...y el cuento continúa

Carlos Sánchez 

CIUDAD DE MEXICO.-En el corazón del Zócalo se escribe un cuento. Y en un símil de dunas las casas de campañas albergan a muchos de sus personajes, aunque sean éstos, personajes de paso.  Es un cuento de autoría colectiva. Y el personaje central también vive allí, custodiado por sus coordinadores: que nadie lo vea, que nadie lo toque, sólo cuando ellos lo dispongan. Y en el momento inevitable de la comunicación con sus aliados que son el pueblo. Mientras la construcción de la anécdota avanza, otras disciplinas artísticas se ofrecen a los transeúntes: malabaristas, dibujantes, cantantes, oradores que convencen; y caer el cliente. La oferta es cualquier tipo de trabajo de imprenta, comida, prendas, ropa, música, libros, y lo que el lector imagine. (Recomiendo cerrar los ojos y evocar cualquier objeto u alimento. Ahí está). Que al Zócalo lo han tomado por asalto, dicen los disidentes; empero el calificativo es lo de menos: allí están representantes de todos los estados del país, en apoyo al movimiento. Si el paso por el área de las carpas es accidental, inevitable será escuchar el grito de protesta. En torno al Zócalo hay diversidad minúsculas tiendas. Las que más atrapan son las de libros de viejo. En El laberinto, (librería de las utopías posibles) se cuentan cuentos. Y hay oídos prestos, porque la gente desea seguir imaginando, soñando, remando o naufragando, como los personajes del cuento que contó Francisco Patxi Ibarlucéa, coordinador de los martes de los cuenteros. En El laberinto no sobran metros de construcción, pero todo cabe: un forito en un segundo piso se visita todos los martes por esos juglares y esas personas que gustan de viajar al través de los oídos, los ojos. Si en Venezuela existe un tal Hugo Chávez, señor que vocifera y maltrata al orquestador del futuro de los mexicanos, un tal Vicente Fox, también existe Nancy Machado, contadora de cuentos que luego de competir en diversos concursos de belleza, ha resuelto no volver más a la farándula de estética corporal y dedicarse al oficio de narrar. Desde Venezuela y para El Laberinto, Nancy ha llegado para contar.  Les cuento lo que la contadora contó en su entrega Amor con amor se paga. O mejor será describir la mirada de los espectadores: de niños todos. Y la risa, el aplauso, la inmovilidad después de concluir la narración. Que nadie se movió, por eso una de las organizadoras remató con el cuento de la mariposa. Regreso: Nancy llevó a sus espectadores a la ciudad de Barquisimeto, donde nació. La vimos convertida en una rosa que desbarató la lluvia, la vimos bailando apasionada en un baile de disfraces, la vimos aconsejando a Manuela, la bella dama cuyo amante la traicionó, con su esposo. El amor existe, estribillo cantado por Nancy, y una que otra rola. Y el público golpear las palmas. Nancy tiene ese acento sabrosón de las venezolanas, y la destreza exacta para contar. Cuenta hasta con los ojos. Arriba la cuenta cuentos, y ante ella los espectadores complacidos por la narración; abajo, miles de cuentos impresos en los libros, afuera, donde también está la vida, el ruido del corazón que late en el D.F. Y muy cerca de allí, los manifestantes que se resisten a entregar lo único que les queda: la esperanza. Otra vez presentes en ese lugar de juglares, sólo la raza, el populacho, los del deseo de seguir imaginando, soñando, riendo. Los del otro cuento, el político, los disidentes de los hospedados en el Zócalo, desde el marca pasos de sus condominios, desde lejos donde ellos ven a los pobres, ven la ciudad, porque al fin y al cabo sin moverse de sus asientos, estarán en los titulares de Tele-azteca-visa.  Frente a un cigarro, minutos después de contar, cantar, Nancy y su vestuario negro, el pelo hasta los hombros, la sonrisa perenne, confiesa (a pregunta expresa) que los dineros no son el móvil de contar. “La pasión, sí”. Y luego ya en esos pies donde inicia el curso de su tránsito hacia una cantina, a festejar, el cuerpo, la mente, la convicción, la experiencia de su país y el gobierno desde la izquierda, se convierte en la coincidencia con la causa de México, es Nancy una simpatizante más con la consigna de los mexicanos que aclaman legalidad de la elección. Dentro de la cantina, las botellas se estrellan. Y brindar. Desde unas cuantas cuadras de allí, el aíre acarrea el grito eufórico, con tono de resistencia, de convicción: voto por voto. 

En el seguir de la vida la luz del día se apaga. Y continuar el cuento

1 comentario

Florina Piña -

El Zócalo es suma de personitas y rumores que exigen el respeto de nuestros derechos políticos y en esta demanda se suma el trabajo lúdico de artistas, promotores culturales y periodistas como Carlos Sánchez que siempre dejan ver el lado más humanos del activismo. Gracias y larga vida al informador-formador.