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La cábula

CARLOS SÁNCHEZ: TESTIMONIOS SOBRE EL SEMPITERNO VIVIENTE

CARLOS SÁNCHEZ: TESTIMONIOS SOBRE EL SEMPITERNO VIVIENTE

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José Lara 

 

 

Varias veces lo sorprendí parado frente a las ventadas mirando la Ciudad de México. Desde lo alto del piso 14 de un edificio de la función pública, ahí estaba Carlos Sánchez, contemplaba el horizonte y sus ojos deseaban embriagarse de ese paisaje y de su entraña que siempre representa un misterio.

 

            Vino desde Sonora especialmente a eso. A sentir en carne propia las pulsaciones de esta urbe, sus sabores, ruidos, aromas y hedores; el golpeteo de una masa humana que diariamente ama, trabaja, vive, sobrevive, sufre, goza y juega a reinventarse.

 

            La estadía de casi un mes en esta metrópoli por parte del autor, dio como resultado esta serie de crónicas urbanas, que si bien representan una visión particular porque es una tarea imposible desentrañar a esta gran capital, también ofrecen la inmejorable oportunidad de contemplarla a través de una mirada limpia y de una escritura ágil y certera, mediante la cual, se revela al lector algunos de esos detalles que se hallan desperdigados y ocultos entre el gran muladar de edificios, avenidas, autos y corrientes humanas que transitan en distintas direcciones.

 

            El personaje anodino es el protagonista de casi todas las historias de Carlos Sánchez. En ese sentido, el cronista sonorense tiene el gran acierto de dar voz y vida al verdadero constructor de la patria: el que hizo su humilde epopeya desde el barrio bravo de Tepito, el melómano vendedor de discos y ferviente admirador de Zitarroza, el anciano que asiste el mitin convocado por Andrés Manuel López Obrador y el trovador que canta en contra del fraude y a favor de la democracia, entre otros; las emociones también tienen un lugar especial en estos escritos: la fiebre futbolera desde las tribunas del Estadio Azul, la vorágine de las marchas en el Zócalo capitalino y la estética del plantón que tomó por asalto el Paseo de la Reforma son algunos de los pasajes a través del los cuales, el autor nos comparte la forma en que la Ciudad de México se le revela.

 

Si bien este libro tiene una carga especial en los panoramas urbanos creados al calor de la protesta obradorista, donde la congregación no es local sino nacional, también sobresalen los textos en los que narra su encuentro con periodistas y creadores con los que Sánchez convivió durante su aventurera estancia en el Distrito Federal. Alegría Martínez, José Luis Martínez, Arcelia Ramírez, Víctor Roura y Eusebio Ruvalcaba, son principalmente las personalidades cuyos testimonios en el oficio de la creación literaria, teatral y periodística, nutren de manera importante este volumen.

 

La necesidad de devorar todo cuanto le ofrecía el entorno citadino logró que Carlos Sánchez se llevara a su ciudad estos fragmentos de vida. En ese sentido, lo que el lector tiene en sus manos es una suerte de perennidad transformada en escritura.

 

Sin temor a equivocarme, la Ciudad de México es eso. No sólo un lugar al que muchos temen, sino una escritura, un testimonio de vida construido a través de distintos haceres y visiones; un tiempo que reúne todos los tiempos, un sempiterno viviente, que a ciencia cierta no es posible explicar ni definir.

 

Aquí el trabajo de Carlos Sánchez, los testimonios de un periplo que seguramente confirman al escritor, que el buen camino de la creación se sustenta no sólo en el amor y la pasión por la escritura, sino también en la fraternidad con los otros.

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