Blogia
La cábula

Pacharaco

Pacharaco Nadie supo nunca de dónde vino, cuál era su pasado, cuál su calvario. Encerrado siempre en sus ataques de epilepsia, calladamente negándolos. Tan solitario estuvo, inmerso en una realidad que no era tal. Era su realidad, su locura.Pocos sabían su nombre: Crispín. Todos le llamaban Pacha, Pacharaco.Vivió 60, 70, 80, o 100 años, o no vivió nunca, o parecía que vivía, o tal vez vivió más que cualquiera.Su dieta era unas latas de sardina y teleras, acompañadas siempre de una coca cola. No acostumbraba el desayuno ni la cena. Tan sólo los fines de semana, si la propina era buena, se daba el lujo de un pozolito en el pueblo.Su casa… ¿su casa?... era un pequeño cuarto de dos por dos, o uno por dos, o no sé, pero sé que era su casa, o por lo menos parecía que allí vivía o allí moría. Era su espacio, rodeado de basura recogida a lo largo de no sé cuantos años.Rogaba a Dios por quienes le daban un pan o unos centavos y maldecía a quienes se lo negaban o ignoraban su pedir.Dicen que en algún tiempo fue temerario, pillo, pero acabó mendigando miserias, solo. No tuvo mujer, ni tuvo hijos ¡qué bueno! Decía que las mujeres sólo querían de él su dinerito, sus centavos, sus miserias.No faltaba el respeto a nadie. Era repetidor incansable de los sacramentos y mandamientos de la Iglesia y nunca fue a misa.Pasaba las horas debajo de un árbol, unas veces recogiendo objetos pequeños que después prendía de su vieja cachucha roja; otras veces, barriendo, juntando  hojas y piedras; y las más, fumando sus Delicados.Cuentan que una vez cayó de un árbol de mango de gran altura y no le pasó nada. Se levantó como si nada, sacudiendo sus miserias.No sé cuándo dormía y cuándo despertaba, siempre lo ví sentado debajo del árbol o en la puerta de su casa. Esperando no se qué, pero esperando.Nunca supo en qué día vivía y año con año, puntualmente, recordaba su cumpleaños. La fecha en que recibía algún cambio de ropa, teleras, sardinas y cigarros.No era malo ni era bueno. Era solo él. El Pacharaco. Quién sabe cómo era y de dónde era. Nunca lo supe, nunca lo sabré.Cuando salí de aquél pueblo que no era mío y tampoco era de él, se quedó sentado, esperando todavía. Después supe que la esperaba a ella, a esa mujer que no lo quería por sus centavitos. Lo quería a él y se lo llevó, con todo y sus miserias.Fue el chambelán de mis 28 años, el bufón de mi fiesta, el más divertido, el “hazme reír”, aunque ahora creo que el rió de todos nosotros.Calladamente lo recuerdo y me pregunto a qué vino al mundo. Creo que sólo a ocupar este espacio de papel. Descansa en paz, Pacharaco.

1 comentario

jorge -

me encantó, pude verlo e imaginarlo, siempre me ha inquietado ese mundo loco y falaz, ¿quien está bien o mal? cuerdo o en desacuerdo...