Enfrentamiento a balazos: historia de todos los días
Carlos Sánchez
Hermosillo.- Dos balazos apagaron la vida de Jesús. Quería monedas. Encontró plomo. Doña Sandra, vecina de Santa Fé, despotricaba por el bloqueo del tráfico. Venía de la Agencia Fiscal con la derrota de la burocracia. Y para acabarla de chingar, un cordón amarillo y un mundo de patrullas impedían la circulación en el bulevar Colosio. No podía llegar a su casa.Doña Sandra ignoraba que Jesús tampoco pudo llegar, pero él al lugar que buscaba con desesperación, a ese rincón donde los policías no lo detuvieran, porque lo venían siguiendo, y ya le pisaban los talones, por eso el instinto le obligó a sacar la .22 y disparar contra el judicial que ya lo alcanzaba. Jesús erró los disparos, el judicial atinó dos certeros martillazos. Jesús cayó redondito. Su cómplice de asalto, José Alberto González Cortez, se topó con el final del callejón del bulevar y la calle atardecer. Y las balas le pasaron rozando.A éste le hicieron manita de cochi y lo treparon a la perica. A Jesús lo trasladaron al Hospital General, donde unas cuantas horas más tarde, moriría.En su loca carrera con el botín, los asaltantes no supieron de su contenido: un Disch de sistema satelital de televisión. Cero monedas, cero billetes.A ellos les habían dicho que su víctima, Sergio Ruiz Bernal, tenía la pura lana, y que haría una operación esa mañana en el banco Santander de Colosio y Solidaridad. Por eso llegaron y arrebataron.Mala suerte para Jesús, buena leche la del asaltado: en el instante del arrebato de la bolsa del Disch, y luego de sentir el temor que provoca el cañón de un arma frente a los ojos, Sergio Ruiz Bernal pudo dar paso y observar la patrulla que circulaba por la Colosio. Ya con la información de lo ocurrido, los judiciales cumplieron con su deber. Y detuvieron como los de a de veras a quienes ya se fugaban con la ilusión del dinero fácil (¿será fácil el oficio de ladrón?). Los agentes lo han contado, luego de la adrenalina, del olor a pólvora desfilando en sus fosas nasales, del calor del gatillo, del zumbido de las balas en sus oídos. Saben de la satisfacción de cumplir con su deber.Jesús sólo es prueba fehaciente de que la búsqueda de oportunidades (o tal vez para disfrutar de la vida) con alevosía y ventaja, pueden, incluso, llevar a la muerte.De tarde en Santa Fé, doña Sandra podrá sentarse en la poltrona del porche de su casa. Para esa hora ya sabe por las noticias de la radio, que lo que impedía el tráfico por la mañana, se debía a la persecución policiaca, los niños andarán corriendo en el parque. Los balazos fueron poco antes de medio día, y la historia de Jesús y los judiciales tuvo un guión para corrido: ganaron los buenos, perdieron los malos. Jesús estará dando pie al llanto de los parientes. Como es costumbre durante el sepelio habrá cerveza. El cómplice del cuantioso asalto, José Alberto González Cortez, estará dentro de una celda, si bien le va, o tal vez los costados de su cuerpo amortigüen los puños, las patadas de sus adversarios: a saldar facturas por haber puesto en riesgo la vida de uno de los compañeros de la corporación.Y la cara de bicho asustado de la foto que le tomaron durante la presentación ante los medios, andará circulando por todo el estado.Doña Sandra se fumará un cigarro, tomará café, y en su mente estará el recuerdo de las ráfagas que hace uno meses escuchó cerca de su casa, en residencial Los Lagos, también andarán pululando en su memoria el tronar de balas del jueves próximo pasado que se ejecutaron en la parte norte de su hogar, por fuera de Multi Cinemas.Doña Sandra mañana intentará de nuevo vencer las filas de la burocracia de la Agencia Fiscal. Y regresará a su colonia, a ver cuál es el saldo del día. A enterarse de quiénes fueron las víctimas, quiénes los victimarios.
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