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La cábula

La violencia es una piedra que destroza la cabeza

La violencia es una piedra que destroza la cabeza

Carlos Sánchez 

Arrojar el cuerpo en un lote baldío, extender la tela para abrigarlo. Como si en la crueldad hubiera crédito para un instante de bondad. Darse la media vuelta sacudiéndose las manos. Listo y ya.  

El victimario puso fin a esos doce años de vida. Cynthia Abigail Nicolás Ramos deshojó doce margaritas. El Mangueras quiso que se marchitara el tránsito por la vida. Y de tajo arrancó la raíz, destrozándole la cabeza.

 Dice él que iban a fumar, en la complicidad de un lote baldío. Marco Antonio Díaz Campa que es el Mangueras era amigo de la familia de Cynthia, y atacó a traición. Por la puerta entró y por la puerta salió, acompañado de la morrita que en su cerebro retenía la imposibilidad de la velocidad que se requiere para avanzar en el análisis. De esto y la circunstancia se valió el Mangueras. Y las ha expuesto ante el Ministerio Público, y la foto de la reconstrucción de hechos está en la hemeroteca en las páginas policíacas. El cerrojo de la reja es testigo. Cuentan los ojos de el Mangueras su historia a sí mismo, y a uno que otro preso, que juzga, porque esas cosas no se hacen. Dirán los otros encarcelados, que hay códigos, y a estas horas tal vez el madrazo se estrelle en la mandíbula y la greña que rebota en el concreto. Las celdas de indiciados son el recuento de la historia en el baldío, del empujón, el golpe, la piedra, la cobija, las manos, la insistencia, la resistencia. Lo exhiben los boletines de la policía judicial: una esposa sobre su pie derecho y sentado sobre la tierra. Desde ahí señala el lugar exacto, la acción. Toman nota los del ministerio, los flashazos llenos de rencor se estrellan en la pupila: es una hiena que ya quisiéramos engullir todos. Cómo dar crédito al momento del grito. Un tronido en la desesperación mutila la emoción de la madre, del padre, los amigos. El tronido mutila también la existencia del victimario.  Apenas ayer la cuerda se arrastraba por debajo de sus pies, la morrita saltaba. Apenas ayer la mezcla en la cuchara fabricaba paredes que a su vez daban para comer. Ella ya no está, él tampoco. En el tronar se apagaron las luces. Ella hasta el fondo, él levitando dentro de las paredes que con el impulso levantó. Leer la muerte de esta forma rebasa el dolor. La vida es una gota de sudor en la frente de un albañil. Y no hay rosario que detenga la violencia. Hasta dónde es una pregunta para el suicidio.  Ya todo está perdido. Queda solo la virtud de abrir los ojos y escurrirse en las sandalias de nuestro hijo que entra al baño. Después los zapatos golpearán el concreto, o pedalerán una bicicleta. La hora de la ausencia atravesando la puerta estará en cualquier momento llenando la casa. Por ahora hay una mujer muerta con un hijo de cinco meses envuelto en su vientre y el cuerpo de ella pegado a un huele. Más hacia el sur la orilla de un canal presta la humedad al cuerpo de otra mujer inerte. Es la soberbia en los dedos que destrozan. Y es materia de una nota. No son feminicidios, ¿o sí? Disyuntiva de funcionarios que cobra más importancia que el crimen mismo. Resolver el conflicto de la ignorancia es cuestión de análisis y de leer los estatutos de la Comisión de derechos Humanos.  Cae la tarde. La luz opaca huele a otra más. La encontraron muerta, a la orilla de la carretera que va a la mina Nico, dentro de la ciudad.      

3 comentarios

Luis Gavotto -

Eternos retornos eternos
Para dormir no hay lugar
las puertas del sueño se han clausurado
adorne mi ataud con mi cuerpo
en un silencio que no es silencio
sino deseos contenidos
cayendo al fondo de mi mismo
y un pasado de espejos que nada refleja

Lumalu Emmian -



porque creimos que el paraiso estaba lejos
de nuestro pequeño infierno
huimos por que sentimos
decepcion...ya estabamos hartos
pero cuando aterrizamos
y hacia nosotros mismos...
vamos
¿que significa huir?

alfonso nogales -

tu una vez dijiste:
¿que vez de malo en el corazon de un cinico?