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La cábula

Ópera a un despertar

Rocío Romo IVigilia  

Sueño, color crustáceo

el olvido primero de catorce noches;

porque el otoño es especial,

para articular

una sutil remembranza del olor a hormigas,

en la sonoridad de cada estación

-es el detalle del año-,

para nunca derrotar la caída en sol, la, do, re, del recuerdo del cuerpo.

 

Detrás de una incierta tempestad

se abre el universo,

de las olas silbando una espuma

que rememora Afrodita.

 

Susurra el corazón un latido horrendo,

fatigoso en la especie de lo soñado;

ver el fondo, para mirar el templo

morar el templo de la mujer negra,

el Fénix ayuna en esta tarde cenicienta

tarde madrugada,

se levanta espectral al insomnio de un gigante

burlesco en principio,

fenomenal,

al circular en los vagabundeos de lo onírico.

 

Flechas se ponen de pie en la cama,

auroleando, la muerte.

¿Quién sostiene en sus manos el arco?

seguramente no Cupido.

 

Flagrante el repetido retorno

del fuego verde

y el deseo tibio se disuelve

en una lluvia ácida de retinas saladas.

Veo mi latir en la estrella

que no cesa de rugir el lamento del deseo cumplido.

 

Y si el oráculo del estupor

frecuenta mi temprana hora

dejo de creer en la cultura,

desarticulo una oración de memoria

de la memoria, el sueño tributario

en huesos lejanos de quién sabe qué época.

 

La sangre es la pesadilla de una vida

y ya la vida se ríe en cascadas carmines;

una sacudida trémula en la sinuosa oscuridad,

la nube baja a navegar por el suelo

y se inflama, nube cenicienta,

nube fulgorosa, se empolva;

tiriteo de frío, la boca está blanca,

y un aviso de humo en mi garganta

figura en la tal danza del descenso neblinar.

 

Corazón, con razón no sabes parar

                                                -hasta en este verseto-.

Un preludio se avoca en tu tamborileo

descubierto por el sereno,

fulminador de una nube,

en templos sin tiempo

de lo que fui, de lo que fui,

Y ahora demacrada…

Ojeras cuevas

anidan suspiros en mi cabalgar ocular;

persigue el retorno un estertor suicida

de esta pesadilla manifiesta,

que sin voz, musicaliza una lápida en sal.

 

La situación renuente de soplar cigarros,

al remolino de voces

en la ópera del despertar.

   II 

Insustancial regresa, la caída,

descenso en luna,

acordes orgásmicos:

se olvida un cuerpo.

Un alma despierta

es alérgica al humo.

 

La belleza

fecunda el rito

de nadar simultáneos, retóricos, hasta el horizonte

y tomar con las manos un mundo cuadrado,

y caer, y caer y caer,

olvidados del mundo.

Punto Romántico para el acecho celestial,

para no lastimar la caída del horizonte

creamos la falacia del mundo cuadrado.

 

Hay fetos esparcidos por doquier

acumulados en la observación

de un sueño fecundo,

negro al perpetuarse

rojo al volar del Tiempo.

Morfeo desangra

en cada nacimiento su pesadilla.

 

La Iglesia hace el amor con las Tinieblas

y un muerto nace cada día

es por eso lo de los anillos en las misas.

 

Este deseo de no despertar,

de no acudir a la inquisición del cuerpo,

truena las vértebras

de la columna de las sienes;

y me duele la cabeza.

 

La muerte no es anunciada

a no ser por mi puño,

que no se fija en las notas,

no fija su mano en señales

tales

como

adioses, victorias, exactos:

un dedo acusador que juzgue la gloria

de escribir mi muerte,

y después transmute en ángel

para un cielo.

                                    -no creo en dedos ángeles-

a no ser que tenga a cinco cupidos en mi mano.

 

Abono la risa que se cultiva en sí misma,

ensimismada de vida

se embriaga la terquedad con un cáliz romántico.

 

Perforarse la sien

es dejar de caminar,

y acostarse en la Muerte,

que tiene tanto sueño

es evocar su renacimiento.

 

Si, la, sol, re,

si la sonrisa redime

el canto de un despertar

ha callado por hoy.

  III 

Favor

de entregar frágilmente

la respiración al hado,

a la hora marcada,

para un reposo moral.

 

Mares de causas

se desbocan a empinar el efecto

con la sonrisa babeante de tentáculos cínicos

de un servilismo magistral,

como debe componer todo el otoño:

magistralmente.

 

El pudor del sarcasmo pueril

irá acorde a la política subversiva

de los que se abonan la tarea

de regar la luna tres veces al día,

y se ríen del porvenir.

Y marchan periféricos, absueltos de toda culpa

hacia su trono,

donde al comienzo le espera algo,

siempre espera,

un desatino de la línea trazada

por el prisma de luz,

por el Índice inocuo,

desesperado

con segundos bordando

su cápsula de lazos humanos,

donde su magia es manifiesta.

Segundos después,

oramos en silencio lento, acogidos

a los que se fueron

a nadar impasibles.

 

En la mudanza tregua de la luz y la noche

se esconde el átomo,

ora bien, ora mal,

le oramos a la alquimia,

se ahoga su simulacro,

disuelto en  fragmentos de mármol

y navegan en la oscuridad del mar

causa de un maremoto de migajas rítmicas,

causa veloz del silencio

en el ahogo del latido de esta página muda.

                                                             IV

Si antes de Zeus

Cronos se amortiguó en el Tiempo,

no respondo de mi infinito.

Según dos amigos,

la noción de mi frente

le gana al pulso de un reloj.

 

Un momento nació deshojando una flor.

 

Sambutir el trono del Rey

en la antesala del caer al pozo,

es cosa de locos.

Mas tarda el humano en llegar al horizonte,

que el Rey en retornar infinitamente a la Tierra.

 V 

Te deseo totalmente.

Escuálido, mortuorio, sol

de mariposas temerarias,

El deseo desciende

se acuesta en el otro lado del planeta.

Masacra su lecho el viento de Gloria

y un aullido de peces

componen los acordes,

que a como suenan,

parece vital.

 

Agonía de la tarde,

y el Sol y el Sueño y la Pesadilla y el Mar,

y las Olas,

no te encuentran en tu laberíntica alegría

no te mecen hasta aquí,

revolvente recuerdo.

De tus ojos

tus parpadeos oleantes

chasquidos de saliva,

suicidio de la gran marea

otro desgarre retínico.

 

Azul y verde otros matices,

totalmente subrayados

en este deseo procaz, de ti.

Tu semejanza, absoluta sombra

que no te niega nunca.

La inestabilidad de tus pestañas, es

más o menos renuente a mi lingüística.

 

No hay Padre Nuestro

para tus ojos, metafísica pura.

Tu aura teje lo que tus manos proclaman

un verso vestido de cadentes goces

                                                -contrastes humeantes-.

 

El mediodía juega con nuestro espíritu.

El Mar desaparece,

se pone el Sol,

la alarma se va,

y peleamos por despedazar

la Química del Viento

para retorcerla en el Ocaso.

  

Cuándo podré permitir el triunfo

de un beso en la nube sísmica del desmayo

sinfonía del orgasmo

si cuando estamos

procreamos sueños,

Sueños,

Sueños.

                                                                 VI                                                     Sueño 

Sentir como la música rumora en la cara

olor a hormigas,

una razón de estar y de ser

me acompaña

en el diario vecino de la sonrisa

que no iguala

al cementerio bendito de la inconciencia,

capaz de descuidar

el respiro de la sílaba

que se escapa desde la madrugada a buscar,

el empleo de la noche más cotidiano

que todos los días.

Miro la caída abismal hacia la nada.

Queda marginado el respiro

para los llantos

que se asfixian,

cuando necesitan un rumor de hormigas en la cara.

Del semejante

se dibuja el perfil carnavalesco

de todo el planeta cósmico

en imágenes folklóricas:

vuelta a la nada.

 

El cansancio

es un rumor que choca con los cristales de la muerte.

Brindo por la apología a los huesos descarnados

de todos los que la nombran y evocan

asumo una posición conformista al respecto.

Si sacudo mi cabello húmedo

cristales filosos dialogarán entrecortados

en una tierra conocida

Y ya no hay para qué.

Mañana no hay salida.

La posibilidad se yergue en el pretexto

jocoso de una historia desigual.

Conseguir el desmayo oportuno

para  no tender a la perfección

del ajuste espiritual y material;

sería incierta comprensión de la Vida,

que se nos termina:

final de la canción llorosa

la que no puede amarte

a sabiendas

de que nos acordamos

de nuestro nombre cada noche,

en el luto de nuestros esqueletos:

equinoccio de un sueño.

 

                                                           VI

                                                     Despierto

 

Sabotaje en la primera sanción de mi alma

Figúrate que el episodio humano

de saber ocultar a medias

el salir a flote,

causa la irrupción de Dios en corazones.

 

Espía de los quehaceres absolutos

comúnmente traiciona con su pie

mi alma.

Sin abuso a la tentación

quisiera soñar la tempestad de mañana

para reír a como de lugar.

 

Flagrante es la pena

de entrometer una huella,

en el corazón

por desangrarse unos días

sin ser humano.

¿Por qué, entonces no preguntas por mi nombre

y me despiertas?

 

Así

el corazón despertará

del estado de coma

cada mañana.

1 comentario

venecia -

Es tan grato encontrarme acá con Rocío, mil gracias.