Ópera a un despertar
Sueño, color crustáceo
el olvido primero de catorce noches;
porque el otoño es especial,
para articular
una sutil remembranza del olor a hormigas,
en la sonoridad de cada estación
-es el detalle del año-,
para nunca derrotar la caída en sol, la, do, re, del recuerdo del cuerpo.
Detrás de una incierta tempestad
se abre el universo,
de las olas silbando una espuma
que rememora Afrodita.
Susurra el corazón un latido horrendo,
fatigoso en la especie de lo soñado;
ver el fondo, para mirar el templo
morar el templo de la mujer negra,
el Fénix ayuna en esta tarde cenicienta
tarde madrugada,
se levanta espectral al insomnio de un gigante
burlesco en principio,
fenomenal,
al circular en los vagabundeos de lo onírico.
Flechas se ponen de pie en la cama,
auroleando, la muerte.
¿Quién sostiene en sus manos el arco?
seguramente no Cupido.
Flagrante el repetido retorno
del fuego verde
y el deseo tibio se disuelve
en una lluvia ácida de retinas saladas.
Veo mi latir en la estrella
que no cesa de rugir el lamento del deseo cumplido.
Y si el oráculo del estupor
frecuenta mi temprana hora
dejo de creer en la cultura,
desarticulo una oración de memoria
de la memoria, el sueño tributario
en huesos lejanos de quién sabe qué época.
La sangre es la pesadilla de una vida
y ya la vida se ríe en cascadas carmines;
una sacudida trémula en la sinuosa oscuridad,
la nube baja a navegar por el suelo
y se inflama, nube cenicienta,
nube fulgorosa, se empolva;
tiriteo de frío, la boca está blanca,
y un aviso de humo en mi garganta
figura en la tal danza del descenso neblinar.
Corazón, con razón no sabes parar
-hasta en este verseto-.
Un preludio se avoca en tu tamborileo
descubierto por el sereno,
fulminador de una nube,
en templos sin tiempo
de lo que fui, de lo que fui,
Y ahora demacrada…
Ojeras cuevas
anidan suspiros en mi cabalgar ocular;
persigue el retorno un estertor suicida
de esta pesadilla manifiesta,
que sin voz, musicaliza una lápida en sal.
La situación renuente de soplar cigarros,
al remolino de voces
en la ópera del despertar.
IIInsustancial regresa, la caída,
descenso en luna,
acordes orgásmicos:
se olvida un cuerpo.
Un alma despierta
es alérgica al humo.
La belleza
fecunda el rito
de nadar simultáneos, retóricos, hasta el horizonte
y tomar con las manos un mundo cuadrado,
y caer, y caer y caer,
olvidados del mundo.
Punto Romántico para el acecho celestial,
para no lastimar la caída del horizonte
creamos la falacia del mundo cuadrado.
Hay fetos esparcidos por doquier
acumulados en la observación
de un sueño fecundo,
negro al perpetuarse
rojo al volar del Tiempo.
Morfeo desangra
en cada nacimiento su pesadilla.
La Iglesia hace el amor con las Tinieblas
y un muerto nace cada día
es por eso lo de los anillos en las misas.
Este deseo de no despertar,
de no acudir a la inquisición del cuerpo,
truena las vértebras
de la columna de las sienes;
y me duele la cabeza.
La muerte no es anunciada
a no ser por mi puño,
que no se fija en las notas,
no fija su mano en señales
tales
como
adioses, victorias, exactos:
un dedo acusador que juzgue la gloria
de escribir mi muerte,
y después transmute en ángel
para un cielo.
-no creo en dedos ángeles-
a no ser que tenga a cinco cupidos en mi mano.
Abono la risa que se cultiva en sí misma,
ensimismada de vida
se embriaga la terquedad con un cáliz romántico.
Perforarse la sien
es dejar de caminar,
y acostarse en la Muerte,
que tiene tanto sueño
es evocar su renacimiento.
Si, la, sol, re,
si la sonrisa redime
el canto de un despertar
ha callado por hoy.
IIIFavor
de entregar frágilmente
la respiración al hado,
a la hora marcada,
para un reposo moral.
Mares de causas
se desbocan a empinar el efecto
con la sonrisa babeante de tentáculos cínicos
de un servilismo magistral,
como debe componer todo el otoño:
magistralmente.
El pudor del sarcasmo pueril
irá acorde a la política subversiva
de los que se abonan la tarea
de regar la luna tres veces al día,
y se ríen del porvenir.
Y marchan periféricos, absueltos de toda culpa
hacia su trono,
donde al comienzo le espera algo,
siempre espera,
un desatino de la línea trazada
por el prisma de luz,
por el Índice inocuo,
desesperado
con segundos bordando
su cápsula de lazos humanos,
donde su magia es manifiesta.
Segundos después,
oramos en silencio lento, acogidos
a los que se fueron
a nadar impasibles.
En la mudanza tregua de la luz y la noche
se esconde el átomo,
ora bien, ora mal,
le oramos a la alquimia,
se ahoga su simulacro,
disuelto en fragmentos de mármol
y navegan en la oscuridad del mar
causa de un maremoto de migajas rítmicas,
causa veloz del silencio
en el ahogo del latido de esta página muda.
IVSi antes de Zeus
Cronos se amortiguó en el Tiempo,
no respondo de mi infinito.
Según dos amigos,
la noción de mi frente
le gana al pulso de un reloj.
Un momento nació deshojando una flor.
Sambutir el trono del Rey
en la antesala del caer al pozo,
es cosa de locos.
Mas tarda el humano en llegar al horizonte,
que el Rey en retornar infinitamente a la Tierra.
VTe deseo totalmente.
Escuálido, mortuorio, sol
de mariposas temerarias,
El deseo desciende
se acuesta en el otro lado del planeta.
Masacra su lecho el viento de Gloria
y un aullido de peces
componen los acordes,
que a como suenan,
parece vital.
Agonía de la tarde,
y el Sol y el Sueño y la Pesadilla y el Mar,
y las Olas,
no te encuentran en tu laberíntica alegría
no te mecen hasta aquí,
revolvente recuerdo.
De tus ojos
tus parpadeos oleantes
chasquidos de saliva,
suicidio de la gran marea
otro desgarre retínico.
Azul y verde otros matices,
totalmente subrayados
en este deseo procaz, de ti.
Tu semejanza, absoluta sombra
que no te niega nunca.
La inestabilidad de tus pestañas, es
más o menos renuente a mi lingüística.
No hay Padre Nuestro
para tus ojos, metafísica pura.
Tu aura teje lo que tus manos proclaman
un verso vestido de cadentes goces
-contrastes humeantes-.
El mediodía juega con nuestro espíritu.
El Mar desaparece,
se pone el Sol,
la alarma se va,
y peleamos por despedazar
la Química del Viento
para retorcerla en el Ocaso.
Cuándo podré permitir el triunfo
de un beso en la nube sísmica del desmayo
sinfonía del orgasmo
si cuando estamos
procreamos sueños,
Sueños,
Sueños.
VI SueñoSentir como la música rumora en la cara
olor a hormigas,
una razón de estar y de ser
me acompaña
en el diario vecino de la sonrisa
que no iguala
al cementerio bendito de la inconciencia,
capaz de descuidar
el respiro de la sílaba
que se escapa desde la madrugada a buscar,
el empleo de la noche más cotidiano
que todos los días.
Miro la caída abismal hacia la nada.
Queda marginado el respiro
para los llantos
que se asfixian,
cuando necesitan un rumor de hormigas en la cara.
Del semejante
se dibuja el perfil carnavalesco
de todo el planeta cósmico
en imágenes folklóricas:
vuelta a la nada.
El cansancio
es un rumor que choca con los cristales de la muerte.
Brindo por la apología a los huesos descarnados
de todos los que la nombran y evocan
asumo una posición conformista al respecto.
Si sacudo mi cabello húmedo
cristales filosos dialogarán entrecortados
en una tierra conocida
Y ya no hay para qué.
Mañana no hay salida.
La posibilidad se yergue en el pretexto
jocoso de una historia desigual.
Conseguir el desmayo oportuno
para no tender a la perfección
del ajuste espiritual y material;
sería incierta comprensión de la Vida,
que se nos termina:
final de la canción llorosa
la que no puede amarte
a sabiendas
de que nos acordamos
de nuestro nombre cada noche,
en el luto de nuestros esqueletos:
equinoccio de un sueño.
VI
Despierto
Sabotaje en la primera sanción de mi alma
Figúrate que el episodio humano
de saber ocultar a medias
el salir a flote,
causa la irrupción de Dios en corazones.
Espía de los quehaceres absolutos
comúnmente traiciona con su pie
mi alma.
Sin abuso a la tentación
quisiera soñar la tempestad de mañana
para reír a como de lugar.
Flagrante es la pena
de entrometer una huella,
en el corazón
por desangrarse unos días
sin ser humano.
¿Por qué, entonces no preguntas por mi nombre
y me despiertas?
Así
el corazón despertará
del estado de coma
cada mañana.
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venecia -